Sobre periodistas, excesos y advenedizos

Por Rafael Poblete
El trabajo de periodista –cuyo nivel profesional lamentablemente es muy laxo o difuso en algunas empresas- se ha convertido en una suerte de nicho ocupacional para “mil oficios” que no les fueron bien como abogados, sociólogos, licenciados en Literatura, egresados de institutos pedagógicos e inclusive para individuos que sólo cuentan con 5to. de secundaria y a duras penas saben leer.
La consecuencia directa en muchos casos es, precisamente, la falta de profesionalismo en el ejercicio del oficio que es clamorosamente grave desde la publicación de informes de “investigación” sobre asuntos gravitantes de la vida nacional hasta aquellas informaciones sobre temas locales muy simples, pues adolecen de los requerimientos mínimos que exige una publicación responsable.
Es así que en la línea de fiscalizar a las autoridades e instituciones del país –encomiable e irrenunciable deber del periodismo libre- se cometen toda suerte de estropicios porque en muchos casos no se investiga bien ni mucho menos, fenómeno que afecta transversalmente desde las más altas instancias del Ejecutivo hasta las autoridades de los centros poblados más humildes del país pasando por empresas e instituciones de todo tipo.
Fue el caso del llamado “escuadrón de la muerte” que supuestamente involucraba a casi un centenar de policías y que “se dice” fue operativo durante el pasado gobierno y habría servido a campañas psicosociales.
Otra característica recurrente y anti profesional en el oficio son los apasionamientos desbordados: algunos periodistas en vez de informar con el cerebro, lo hacen con el hígado o expresando sus demonios internos y, tratando de marcar posiciones que en muchos casos ni ellos mismos la tienen meridianamente clara.
A esto se suma que hay una infestación de pseudo periodistas que han encontrado en este oficio un modo fácil de ganarse la vida pues sistemáticamente hurgan en las sentinas de la administración pública y del sector económico para hallar algo con qué extorsionar a infractores y delincuentes de cuello blanco para que la información no sea publicada.
Otro fenómeno paralelo es el “alquiler” de la línea editorial de determinados medios de comunicación para llevar a cabo campañas de demolición contra autoridades, instituciones, empresas e inclusive ciudadanos de a pie. Esta práctica es muy extendida especialmente durante las campañas electorales. En ese marco, en muchos casos las “denuncias” periodísticas son una mezcla de informaciones tendenciosas y mal intencionadas sin el rigor mínimo de investigación, nociones básicas que sortean impunemente periodistas “aceitados” porque la consigna es destruir reputación y honras. Otros periodistas, generalmente estridentes, polémicos y teatrales, han encontrado en esta profesión tribuna pública porque tienen inconfesables intenciones de incursionar en la política y sueñan con una alcaldía o curul congresal, como fue el caso de aquella inescrupulosa comunicadora de Huancayo que ideó y promovió la campaña “Chapa tu choro” que dejó un saldo de varios delincuentes muertos, exposición pública que casi le permitió integrar la lista de aspirantes al Parlamento de PPK.
En este oscuro listado no se puede obviar otro fenómeno muy, muy extendido especialmente en la cobertura local: la práctica periodística como refugio de egos. Individuos que se convierten en “analistas” y “opinólogos” de prácticamente cualquier cosa e imponen sus puntos de vista, críticas, voluntad y caprichos, especialmente en su colectividad inmediata. Es el caso (anecdótico pero revelador sobre cómo funciona el oficio como refugio de egos) de las viscerales críticas “periodísticas” de dos “notables” contra el alcalde de un mesocrático distrito limeño para que sí o sí dé marcha atrás en la sanción municipal contra dos iglesias porque párrocos o monaguillos aparentemente obsesos desde hace buen tiempo tocan las campanas diez a 15 veces al día con un tremendo ruido que estremece a todos los vecinos de las cercanías quienes molestos se han quejado repetidas veces a sus autoridades.
Este breve vistazo a esa indeseable fauna que estraga al gremio, de ninguna manera impide valorar y saludar en su justa dimensión el profesionalismo, responsabilidad y decisiva importancia que tiene el periodismo peruano -serio, valiente y mayoritario- en el sistema democrático y la vida nacional. Porque, nunca será suficiente subrayar, a consecuencia de la crisis endémica de incompetencia y corrupción que estraga el sistema de justicia y la mal llamada “clase” política en el país, el periodismo peruano está en primera línea en la defensa de la legalidad, del ciudadano de a pie y los altos intereses de la República.